“Nuestra danza punk es un ejercicio anacrónico que quisiera haber nacido en la década de los veintes del siglo pasado”

Biografía

Rosa nació en Mexicali, Baja California el 22 de octubre de 1982.

Inició sus estudios de ballet, tap y jazz a la edad de 3 años en Mexicali, con maestros como Carmen Bojórquez y Tulio de la Rosa. En 1993 empieza su formación en danza contemporánea, estudia técnicas como Graham y Limón. En 1998 se integró al grupo de danza contemporánea Paralelo 32 de Mexicali, donde trabajó con reconocidos coreógrafos del país y extranjeros como: Jean Isaacs, Kim Epifano, Marco Antonio Silva, Claudia Lavista, Saúl Maya y Juan Manuel Ramos. En ese mismo año (1998) fue nombrada la mejor bailarina del Festival Internacional de Danza Contemporánea de San Luis Potosí. En el 2002 obtuvo la beca por el FOECA en el área de Jóvenes creadores y presentó su primer trabajo coreográfico titulado “Parodia: una visión paralela” y se integró a la licenciatura en coreografía de la Escuela Nacional de Danza Clásica y Contemporánea del Centro Nacional de las Artes en donde estudió dos semestres. Colaboró como ejecutante en la compañía Apoc Apoc de Jaime Camarena. En 2004 fundó Luna Luna y en 2008 la compañía se renombró como Sin Luna Danza Punk, de la cual es directora y coreógrafa.

En 2010 egresó de la Licenciatura en danza de la Facultad de Artes de Universidad Autónoma de Baja California. Desde el año 2012 Rosa Andrea Gómez es docente de tiempo completo de la licenciatura en danza en la la Facultad de Artes y desde 2015 es co-directora del Taller danza contemporánea de la UABC.

Ha sido reconocida por el PECDA de Baja California en la categoría “Jóvenes creadores” (2002 y 2007) y por el FONCA (2007) en la categoría creadores escénicos. Además fue Becaria del FONCA en la categoría “jóvenes creadores” (2013-2014). Actualmente es Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte (2018-2021) y estudia la maestría en teatro y artes escénicas en la Universidad de la Rioja, España.

Rosa Gómez cuenta con una producción coreográfica de 27 obras donde ha colaborado con artistas plásticos, videastas, músicos, actores y diseñadores de producción. Durante su trayectoria se ha caracterizado por ser una artista en constante búsqueda de nuevos e interesantes lenguajes y proyectos, los cuales han contribuido ampliamente al fortalecimiento de la disciplina dancística de la región.

En el campo de la docencia su trabajo en el área de la ejecución-creación ha impactado en el desarrollo de las y los estudiantes de la licenciatura en danza, donde la han galardonado como madrina de generación y maestra distinguida de múltiples generaciones.

Portafolio

Obras Destacadas

La Papa (me) produce serotonina (2010)

Los Pxnks en el Monte Pelado de Mussorsgky (2018)

The floor is amor (2018)

Nos gusta Laban, we love ballet and calabaceado (2020)

#todxssomospunks Aybye (2021)

Superior Performance (2022)

Manifiesto Punk

La presente ponencia busca, a manera de manifiesto, textual, político y kinético, definir lo que entendemos por danza punk.

Ponerle apellido a la danza en nuestros días resulta ser tarea difícil. Como se sabe, el apellido en las artes funciona como adjetivo calificativo, si hablamos de pintura minimalista, de escultura renacentista o de arte acción, de inmediato el que escucha recrea imágenes en su cabeza que lo remiten a un estilo particular de expresión creativa. 

En la danza en cambio, los adjetivos dejaron de cumplir su función hace ya algunos años. La calificación de “posmoderna” aplicada a la danza, por ejemplo,  resulta difícil de definir. Por su parte, la noción de “danza moderna” tampoco satisface a todo el mundo, e incluso  Martha Graham, nunca aceptó que se calificara así a sus creaciones.


Sin embargo, se sabe más o menos lo que ese término (danza moderna) quiere decir, cuando lo usamos, nos referimos a una forma de espectáculo coreográfico inventada a comienzos del siglo XX, que significó una ruptura con la danza clásica.

La expresión “danza posmoderna”, que apareció en los círculos especializados estadounidenses en los años sesenta del siglo pasado, se refiere a una realidad mucho más inasible. A nuestro juicio, la mejor definición fue la que dio hace algunos años el coreógrafo Alvin Ailey en una conferencia de prensa cuando argumentó que por danza posmoderna deberíamos referirnos a toda la danza posterior a Merce Cunningham.

Hay allí una suerte de frontera histórica que refleja bien el problema aquí abordado, no de una, sino de varias generaciones de bailarines que han tenido que definirse frente a este genio norteamericano de la segunda mitad del siglo pasado, ya sea procurando prolongar su obra, o por el contrario, oponiéndose a su estilo y a su estética.

Esta filiación es evidente en el contexto norteamericano, pero de ningún modo en Europa. Si bien es cierto que Merce Cunningham ejerce desde hace más de cuarenta años una influencia considerable en Francia, donde se dice inspiró la estética de más de un coreógrafo joven, esta influencia perdió terreno en los últimos 20 años, tanto en Francia como en el resto de Europa, frente a la aplanadora alemana llamada Pina Bausch.

La propia Pina Bausch es un ejemplo paradigmático de lo que aquí se expone pues, como sabemos, se desarrolló en Essen (Alemania) pero se formó en la Julliard School of Music de Nueva York. Pero no se puede circunscribir la tendencia postmoderna al estilo de danza teatro creado por ella en los años setenta, aun cuando desde entonces, se la haya imitado en el mundo entero.

En realidad, la danza contemporánea carece de unidad estilística y estética: es un edificio complejo cuyos pisos, numerosos, están todos amueblados de manera diferente. Por eso no es posible reducirla ni a la escuela postmoderna norteamericana con los ejercicios neoclásicos de Karole Armitage (llamada la bailarina punk por presentar conciertos de este tipo de música en sus coreografías), o al minimalismo de Trisha Brown en sus comienzos, ni a las compañías europeas influenciadas por Pina Bausch, cuyo estilo es tan diferente en Francia, Alemania, Bélgica o España.

En este contexto, Cómo no mencionar, fuera de esas dos grandes escuelas, el butô y a los coreógrafos que, en el Japón, tratan de ir aun más lejos y escapar de la camisa de fuerza de los estilos y apellidos creados por occidente.

En realidad, la danza contemporánea es tan rica, tan diversa, que una de las únicas contradicciones en su constitución como disciplina, es precisamente el hecho de que todo lo que se hace, todo lo que se baila, busca ser siempre calificado en torno a un parámetro de interpretación que queramos o no siempre busca la comparación con Graham o lo moderno o con cuninham y bausch o lo posmodernos, entre otros.

De alguna manera, los apellidos que se le pueden adjudicar a la danza fueron ya todos conquistados, son propiedad privada o marca registrada de los autores que les dieron luz o de quienes los reproducen.

¿Y qué pasa entonces con la danza en la frontera? En nuestra frontera en el siglo XXI. Tenemos claro que los tres sujetos paradigmáticos de quienes hemos venido hablando (Graham, Cuninham y Bausch) bailaron de alguna manera en respuesta o como consecuencia al contexto sociocultural que habitaron.

Quienes habitamos la frontera mexicana en los noventa del siglo pasado, sabemos que el posmodernismo es demasiado barroco para comprenderlo y que la posmodernidad habita este lugar desde hace demasiado tiempo para poderla representar.

En cambio, el punk es un habitante permanente de esta frontera aunque con ciertos matices, como sabemos, la forma originaria del punk era una forma expresionista de transgresión (como la de Mary Wigman), buscando liberarse de los corsés estéticos y de la opresión, de la autoridad y en general buscaba estar en desacuerdo con la sociedad convencional, así como de los estigmas sociales.

El punk original no daba explicaciones y buscaba incomodar a lo establecido chocando, ofendiendo y molestando, siendo y haciendo siempre lo “políticamente incorrecto” y lo opuesto al buen gusto, a  la moral y a la tradición. En un primer momento era básicamente una serie de actitudes de transgresión estética y musical (en la vestimenta, el peinado, etc.), aparejadas a una serie de comportamientos de disconformidad cotidiana, que se fueron acentuando.

En su naturaleza, la cultura del punk fue principalmente la de la libertad individual, que tendía a crear creencias en conceptos tales como el individualismo y el pensamiento libre. La ideología punk contenía muy a menudo una visión crítica del mundo, presentando a las sociedades modernas como limitadoras de la humanidad. Ésta ideología se solía expresarse mediante la música punk,  a principios de los años 70’s, tenía una filosofía algo diferente a la de nuestro punk, basada en la idea de “There is no future” (no futuro, no hay futuro). Ese concepto era pesimista, desesperado, destructivo y agresivo hacia la sociedad.

Pero el punk de nuestra frontera no es igual que hace treinta años, aunque se siguen conservando partes de su naturaleza. El punk fronterizo del que estamos hablando, puede resumirse en:

 

  • Hazlo tú mismo“, “hazlo a tu manera” (en inglés “Do it yourself”).
  • Rechazar los dogmas, y no buscar un único punto de vista.
  • No actuar conforme a las modas y a las manipulaciones mediáticas, además de estar en contra del consumismo ¡Salud!

 

Nuestro punk no/si es ideológico, no/si es político, no busca cambiar las cosas, no quiere ser original ni tiene como objetivo caerle bien a alguien. Nuestra danza punk es un ejercicio anacrónico que quisiera haber nacido en la década de los veintes del siglo pasado, pues se identifica más con la ideología de Tristan Tzara y con el momento en que uno podía nombrar a las cosas de la forma en que se le diera la gana. Dadaísmo por ejemplo.

Nuestra danza punk es fruto de nuestro contexto sociocultural en donde el arte no/si es cosa seria aunque permanezcamos en el luto como sociedad, ¿por qué hacer arte carente de humor? ¿por qué llenarnos de drama cuando ya hay demasiado en la realidad?  Nos gusta el ballet y nos gusta laban tanto como el piso, nos gusta el piso, amamos el piso, queremos sexo y hacerle el amor al piso, siempre queremos estar en él y permanecer enterrados, el peso pesado y el espacio directo es una constante, así como el flujo restringido de nuestras entrañas, pero a su vez, liberando el flujo de nuestro penevagina, queremos que la luz traspase el piso, queremos fotosíntesis en nuestra danza…

Esta es entonces nuestra investigación-creación, esta es entonces nuestra danza punk, esta es entonces la danza punk de sin luna.

Contacto